Si hubiera necesidad de ejemplificar la incomunicación cultural que aún hoy padecen los pueblos latinoamericanos, tal vez habría que elegir el nombre de Joaquín Pasos, poeta nicaragüense, nacido el 14 de mayo de 1914 y muerto el 20 de enero de 1947. Poco antes de morir, Pasos escribió uno de los más hondos y auténticos poemas creados en América Latina: Canto de guerra de las cosas, que podría soportar sin menoscabo el riesgoso cotejo con Sermón sobre la muerte de César Vallejo, Alturas de Macchu Picchu de Pablo Neruda o Soliloquio del individuo de Nicanor Parra. Sin embargo, Pasos es sólo conocido en México y la zona del Caribe, y aún allí la difusión no es muy amplia, a juzgar por el reducido tiraje (apenas seiscientos ejemplares) que el Fondo de Cultura Económica ha dispuesto para la edición de la obra total del poeta nicaragüense.
La edición mexicana agrupa más de cien poemas, en base a secciones que habían sido concebidas por el propio Pasos: Poemas de un joven que no ha viajado nunca, Poemas de un joven que no ha amado nunca, Poemas de un joven que no sabe inglés, Misterio indio, agregando además el ya mencionado Canto de guerra y Otros poemas. Aun el título general del libro, Poemas de un joven, era el que Pasos pensaba dar al libro que tenía casi pronto en el momento de su muerte. El prólogo de Ernesto Cardenal traza en catorce páginas una cálida, inteligente, bienhumorada semblanza de Pasos.
En la revista Vanguardia, dirigida por Pablo Antonio Cuadra y Octavio Rocha, que diera el tono a toda una generación, la primera colaboración de Joaquín Pasos fue presentada con estas líneas: "Es enamorado. Fuma cigarrillos. Va a menudo al cine. Es poeta". En dicha revista había escrito Cuadra: "Aquí no hay materia ni doctrina que discutir, sino que tenemos que inventar materia y doctrina. No reformar sino formar. Si hacemos versos malos, los hacemos malos de ex-profeso. Quisiéramos hacerlos más malos aún, genialmente malos, para que todo el mundo se dé cuenta de que son malos, y así comiencen a saber lo que es un mal verso, y, por contraste, lo que es un verso bueno, que es lo que nunca se ha sabido en Nicaragua. A nosotros se nos hizo aprender de memoria kilómetros de malos versos como ejemplo y modelo de buenos. Se nos dio gato por liebre, y hoy se ofenden nuestros profesores porque les devolvemos gato por gato".
Ese afán de destruir para después construir, ese gasto de humor para fijar ideas, fue característico del grupo de Vanguardia, en el que, además de los nombrados, también militaron José Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Alberto Ordóñez Arguello, Luis Downing, Manolo Cuadra, el caricaturista Joaquín Zavala Urtecho y la poetisa Carmen Sobalvarro. Cardenal narra que "el lugar de reunión era la torre de la iglesia de La Merced, que Coronel había cantado en una oda, y donde subían a leer los poemas, a redactar manifiestos, a celebrar la noticia de que los Estados Unidos ya no construirían el canal de Nicaragua". También formaba parte del grupo cierto Pedrito Ortiz, "un personaje inexistente inventado por Joaquín Pasos, que escribía poemas, participaba en polémicas y daba declaraciones en los periódicos sobre la construcción del canal. Un día que el director de policía dictó una orden de captura para el grupo, Pedro Ortíz también estaba en la lista".
Los vanguardistas fundaron la Anti-Academia Nicaragüense y estuvieron a punto de fundar el Anti-Parnaso. “Tú sabes” , le escribió cierta vez Pasos a Pablo Antonio Cuadra, "que yo he gastado últimamente mi tiempo haciendo un censo de los Parnasos que existen en Nicaragua y cuyo número es más alto que el de las cantinas, aunque las personas que forman aquéllos generalmente acaban visitando éstas. Así se corrompen las juventudes de todas las edades y las generaciones de todos los inviernos. Sin embargo, el Ministerio de Higiene no hace nada por suprimirlos aunque se sabe que entrar a un Parnaso es peor que entrar a una caballeriza, tan sucio es el lugar".
Es imposible considerar la figura de Pasos como algo aparte del grupo Vanguardia. Cuando sus integrantes decidieron transformarlo de grupo poético en grupo político, acordaron llamarse a sí mismos reaccionarios, nada más que para “evitar que los llamaran reaccionarios”, algo que justamente ellos no querían ser. Lo cierto es que la confusión fue profusamente sembrada. “Aún ahora:, sostiene Cardenak, “pocos se aventuran en Nicaragua a mencionar la palabra reaccionario, porque después del movimiento revolucionario de los reaccionarios, la palabra ya no significa nada”.
Pasos fundó y dirigió varias revistas humorísticas. En la primera de ellas, Opera Bufa, arremetió contra los dos partidos nicaragüenses. el libeeral y el conservador (“no difieren el uno del otro, ni en doctrinas, ni en hombres, sino en odios”) y denunció una conspiración gerontocrática” “Los ancianos tienen una una corta vida y como el tiempo les apremia, han resuelto turnarse en el mundo cada cuatro años” (una ironía nicaragüense que, sin violentar los términos resulta perfectamente aplicable a la realidad uruguaya veinte años después). Con simple talento humorístico, Pasos combatió eficazmente a Somoza, pero el éxito popular le costó residencias en prisiones varias.
Los Lunes, otra de sus publicaciones humorísticas, estaba íntegramente consagrada al dictador. A veces el gobierno se incautaba de la edición; en otras ocasiones prohibía lisa y llanamente la aparición de la revista, pero con ésto sólo lograba que el público la aguardara en las calles desde temprano. Cuenta el prologuista que cuando Pasos murió y lo llevaban a enterrar a Granada, su ciudad natal, un hombre del pueblo preguntó de quién se trataba; y al responderle un periodista que el muerto era Joaquín Pasos, aquel individuo, que no tenía por qué saber que allí pasaba, por última vez, uno de los mayores poetas de Nicaragua, exclamó acongojado: "E1 de Los Lunes!”.
Tanto el grupo Vanguardia como la generación inmediatamente posterior (Ernesto Mejía Sánchez; Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal) que prácticamente se integró con él, actuaron casi siempre en forma de equipo (y esto era válido no sólo en lo poético sino también en lo político), con exacta conciencia de que la acción conjunta les otorgaba otra fuerza y hasta otra inmunidad. Lo bueno de este yanguardismo nicaragüense es que virtualmente ninguno de sus cultores se quedó en la etapa experimental, en la travesura poética. Todos ellos usaron el experimento y el humor como impulso, como provocación, pero rápidamente comprendieron que no podían quedarse vitaliciamente en ese ramal de ingenuidad.
En tal sentido, fue Joaquín Pasos quien marcó rumbos. Su tránsito de la mera actitud vanguardista a un sentido más hondo y trascendente del hecho poético, es comparable al proceso experimentado por un poeta uruguayo, Humberto Megget (1926-1951), que murió más joven aún que Pasos y cuya espléndida obra soportó hasta hace muy poco una injusticia mayor que la del nicaragüense. ya que ni siquiera era bien conocido en su propio país.
Si un día se hiciera un cotejo entre los poemas de Pasos y los de Megget (no cabe imaginar que unode ellos se haya enterado de la labor del otro), quizá nos lleváramos más de una sorpresa. Es evidente que ambos pertenecen a la misma familia poética; que ambos tienen el mismo modo de acercarse a las cosas y transformarlas en imágenes; que ambos tienen muy semejantes preferencias de ritmos. Creo que Pasos llegó, en sus últimos poemas, a una madurez que no alcanzó Megget, pero también hay que tener en cuenta que el nicaragüense vivió hasta los 33 años, mientras que el uruguayo murió a los veinticuatro.
La etapa más candorosamente experimental de la poesía de Pasos, es la que corresponde a sus Poemas de un joven que no ha viajado nunca. Allí celebra una Noruega que nunca vio, "país-pez a remolque del Polo”, compone el graficismo tipográfico del Barco Cook, se embarulla con las declinaciones alemanas en Cantido Magyar, bromea con Las frutas y el mar, pero ya en ese entonces se pone serio en su Revolución por el descubrimiento del mar, un poema lleno de incitaciones y de hallazgos. “Señores, basta una nube para averiguar la verdad”, dice en un verso de esa primera etapa. Esa veintena de primeros poemas constituye algo asís como la crónica de su instalación en una nube cualquiera, de su primera averiguación de la verdad.
Casi todos los poetas del grupo Vanguardia y de la promoción que los siguió, fueron (o son) nacionalistas, anti-yanquis y católicos (quizá la síntesis más ilustrativa se dé en la figura de Ernesto Cardenal, quien tomó parte en la rebelión de abril de 1954, pasó varios años en el monasterio trapense de Our Lady of Gethsemani, Kentucky, Estados Unidos, y autorizó desde allí la publicación de Hora O que incluye algunos poemas violentamente antinorteamerícanos).
También en Joaquín Pasos, esos tres aspectos están activamente representados, pero es sin duda su dinámica, casi irreverente religiosidad, la que da sentido y cohesiona su voraz testimonio de la naturaleza, a su alborotada rebeldía política, a sus urgentes tránsitos por el amor. "Porque, tu seno es un pequeño universo en que podemos adorar la redondez de Dios”, escribe en uno de sus Poemas de un joven que no ha amado nunca. Y en otro: "Voy bajando tranquilo con mis cuatro cariños: / e1 otro, el mío, e1 del aire, el de Dios".
En su mayor parte, los poemas de amor de Joaquín Pasos tienen un aire alegre; son jóvenes, livianos, optimistas, y, a veces, como en la jocunda Imagen de la niña de1 pelo, toman y dejan la rima con un sentido casi deportivo de la estabilidad poética. Pero también saben calar hondo, como en Invento de un nuevo beso, y, sobre todo, en la intensa y nostalgiosa Canción de cama, que describe, en una sucesión de imágenes inmóviles, la hipnótica atracción de una ausencia: "Se ha perdido ya el hueco de tu cuerpo / que era la voz de tu carne desnuda hablándole íntimamente a la ropa planchada, / diciéndole a qué horas el brazo serviría de almohada / y cómo el tibio vientre palpitaría como otra almohada viva, / funda de seda de nervios y de sangre".
Pasos escribió poemas en un extraño inglés (Poemas de un joven que no sabe inglés), recorrido por inflexiones nicaragüenses. Son sin duda la parte más floja de su producción, pero a veces (como en Intervention Time le sirvieron para extender el alcance de sus dardos políticos. En Misterio Indio figuran algunos de los mejores poemas escritos por Pasos: Nosotros (increíblemente cercano a Salir por este ojo de Megget), India caída en el mercado, y especialmente la exquisita Elegía de la pájara, que culmina en dos versos impecables: "y que tu cuerpo tibio descanse para siempre / en mi dolor que tiene la forma de tu nido”.
A la muerte de Pasos, el poeta Carlos Martínez Rivas, sólo nueve años menor, compuso un Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos, que es uno de los escasos logros que la poesía contemporánea debe a la amistad (por lo general, el amor consume íntegramente la disponibilidad de emociones escritas). En ese Réquiem, Martínez Rivas define así el quehacer poético de Joaquín Pasos: "Hacer un poema era planear un crimen perfecto". En ese sentido, toda la poesía de Pasos parece haber sido planeada como incitación para su opus final, el Canto de guerra de las cosas.
Ahora sí, el amor y el humor que antes desfilaron frente a un poeta que sólo parecía testigo sonriente; el alborozo vital y el optimismo palpitante que habían sostenido por dentro las imágenes, pasan a convertirse en simples motivos de comparación. Porque el Canto es, como ha señalado Cardenal, "la gran profecía de su muerte, el testamento de Joaquín". Se dice que Pasos llegó a definir su propio poema como “el dolor humano producido por el quejido de las cosas”.
Desde el alerta de los primeros versos ("Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la pidra, / si es que llegáis a viejos, / si es que entonces quedó alguna piedra”) hasta la última línea, turbador y breve inventario de la ausencia del hombre ("Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos"), el poeta, con una minuciosidad casi científica y unos ojos abiertos en perpetuo desvelo, va pormenorizando, imagen por imagen, el proceso de la destrucción, en el curso del cual las cosas del hombre avasallan al hombre. "Somos la orquídea del acero”, pero también "somos la tierra presente. Vegetal y podrida.” No es el dolor por los heridos o por los muertos, sino el dolor entero, y junto a él "todos los ruidos del mundo forman un gran silencio. / Todos los hombres del mundo forman un solo espectro". También, en esa última y sobrecogedora voz de Pasos, toda la fiesta de su otra poesía, pasa a formar una sola y gran desolación.
La edición mexicana agrupa más de cien poemas, en base a secciones que habían sido concebidas por el propio Pasos: Poemas de un joven que no ha viajado nunca, Poemas de un joven que no ha amado nunca, Poemas de un joven que no sabe inglés, Misterio indio, agregando además el ya mencionado Canto de guerra y Otros poemas. Aun el título general del libro, Poemas de un joven, era el que Pasos pensaba dar al libro que tenía casi pronto en el momento de su muerte. El prólogo de Ernesto Cardenal traza en catorce páginas una cálida, inteligente, bienhumorada semblanza de Pasos.
En la revista Vanguardia, dirigida por Pablo Antonio Cuadra y Octavio Rocha, que diera el tono a toda una generación, la primera colaboración de Joaquín Pasos fue presentada con estas líneas: "Es enamorado. Fuma cigarrillos. Va a menudo al cine. Es poeta". En dicha revista había escrito Cuadra: "Aquí no hay materia ni doctrina que discutir, sino que tenemos que inventar materia y doctrina. No reformar sino formar. Si hacemos versos malos, los hacemos malos de ex-profeso. Quisiéramos hacerlos más malos aún, genialmente malos, para que todo el mundo se dé cuenta de que son malos, y así comiencen a saber lo que es un mal verso, y, por contraste, lo que es un verso bueno, que es lo que nunca se ha sabido en Nicaragua. A nosotros se nos hizo aprender de memoria kilómetros de malos versos como ejemplo y modelo de buenos. Se nos dio gato por liebre, y hoy se ofenden nuestros profesores porque les devolvemos gato por gato".
Ese afán de destruir para después construir, ese gasto de humor para fijar ideas, fue característico del grupo de Vanguardia, en el que, además de los nombrados, también militaron José Coronel Urtecho, Luis Alberto Cabrales, Alberto Ordóñez Arguello, Luis Downing, Manolo Cuadra, el caricaturista Joaquín Zavala Urtecho y la poetisa Carmen Sobalvarro. Cardenal narra que "el lugar de reunión era la torre de la iglesia de La Merced, que Coronel había cantado en una oda, y donde subían a leer los poemas, a redactar manifiestos, a celebrar la noticia de que los Estados Unidos ya no construirían el canal de Nicaragua". También formaba parte del grupo cierto Pedrito Ortiz, "un personaje inexistente inventado por Joaquín Pasos, que escribía poemas, participaba en polémicas y daba declaraciones en los periódicos sobre la construcción del canal. Un día que el director de policía dictó una orden de captura para el grupo, Pedro Ortíz también estaba en la lista".
Los vanguardistas fundaron la Anti-Academia Nicaragüense y estuvieron a punto de fundar el Anti-Parnaso. “Tú sabes” , le escribió cierta vez Pasos a Pablo Antonio Cuadra, "que yo he gastado últimamente mi tiempo haciendo un censo de los Parnasos que existen en Nicaragua y cuyo número es más alto que el de las cantinas, aunque las personas que forman aquéllos generalmente acaban visitando éstas. Así se corrompen las juventudes de todas las edades y las generaciones de todos los inviernos. Sin embargo, el Ministerio de Higiene no hace nada por suprimirlos aunque se sabe que entrar a un Parnaso es peor que entrar a una caballeriza, tan sucio es el lugar".
Es imposible considerar la figura de Pasos como algo aparte del grupo Vanguardia. Cuando sus integrantes decidieron transformarlo de grupo poético en grupo político, acordaron llamarse a sí mismos reaccionarios, nada más que para “evitar que los llamaran reaccionarios”, algo que justamente ellos no querían ser. Lo cierto es que la confusión fue profusamente sembrada. “Aún ahora:, sostiene Cardenak, “pocos se aventuran en Nicaragua a mencionar la palabra reaccionario, porque después del movimiento revolucionario de los reaccionarios, la palabra ya no significa nada”.
Pasos fundó y dirigió varias revistas humorísticas. En la primera de ellas, Opera Bufa, arremetió contra los dos partidos nicaragüenses. el libeeral y el conservador (“no difieren el uno del otro, ni en doctrinas, ni en hombres, sino en odios”) y denunció una conspiración gerontocrática” “Los ancianos tienen una una corta vida y como el tiempo les apremia, han resuelto turnarse en el mundo cada cuatro años” (una ironía nicaragüense que, sin violentar los términos resulta perfectamente aplicable a la realidad uruguaya veinte años después). Con simple talento humorístico, Pasos combatió eficazmente a Somoza, pero el éxito popular le costó residencias en prisiones varias.
Los Lunes, otra de sus publicaciones humorísticas, estaba íntegramente consagrada al dictador. A veces el gobierno se incautaba de la edición; en otras ocasiones prohibía lisa y llanamente la aparición de la revista, pero con ésto sólo lograba que el público la aguardara en las calles desde temprano. Cuenta el prologuista que cuando Pasos murió y lo llevaban a enterrar a Granada, su ciudad natal, un hombre del pueblo preguntó de quién se trataba; y al responderle un periodista que el muerto era Joaquín Pasos, aquel individuo, que no tenía por qué saber que allí pasaba, por última vez, uno de los mayores poetas de Nicaragua, exclamó acongojado: "E1 de Los Lunes!”.
Tanto el grupo Vanguardia como la generación inmediatamente posterior (Ernesto Mejía Sánchez; Carlos Martínez Rivas, Ernesto Cardenal) que prácticamente se integró con él, actuaron casi siempre en forma de equipo (y esto era válido no sólo en lo poético sino también en lo político), con exacta conciencia de que la acción conjunta les otorgaba otra fuerza y hasta otra inmunidad. Lo bueno de este yanguardismo nicaragüense es que virtualmente ninguno de sus cultores se quedó en la etapa experimental, en la travesura poética. Todos ellos usaron el experimento y el humor como impulso, como provocación, pero rápidamente comprendieron que no podían quedarse vitaliciamente en ese ramal de ingenuidad.
En tal sentido, fue Joaquín Pasos quien marcó rumbos. Su tránsito de la mera actitud vanguardista a un sentido más hondo y trascendente del hecho poético, es comparable al proceso experimentado por un poeta uruguayo, Humberto Megget (1926-1951), que murió más joven aún que Pasos y cuya espléndida obra soportó hasta hace muy poco una injusticia mayor que la del nicaragüense. ya que ni siquiera era bien conocido en su propio país.
Si un día se hiciera un cotejo entre los poemas de Pasos y los de Megget (no cabe imaginar que unode ellos se haya enterado de la labor del otro), quizá nos lleváramos más de una sorpresa. Es evidente que ambos pertenecen a la misma familia poética; que ambos tienen el mismo modo de acercarse a las cosas y transformarlas en imágenes; que ambos tienen muy semejantes preferencias de ritmos. Creo que Pasos llegó, en sus últimos poemas, a una madurez que no alcanzó Megget, pero también hay que tener en cuenta que el nicaragüense vivió hasta los 33 años, mientras que el uruguayo murió a los veinticuatro.
La etapa más candorosamente experimental de la poesía de Pasos, es la que corresponde a sus Poemas de un joven que no ha viajado nunca. Allí celebra una Noruega que nunca vio, "país-pez a remolque del Polo”, compone el graficismo tipográfico del Barco Cook, se embarulla con las declinaciones alemanas en Cantido Magyar, bromea con Las frutas y el mar, pero ya en ese entonces se pone serio en su Revolución por el descubrimiento del mar, un poema lleno de incitaciones y de hallazgos. “Señores, basta una nube para averiguar la verdad”, dice en un verso de esa primera etapa. Esa veintena de primeros poemas constituye algo asís como la crónica de su instalación en una nube cualquiera, de su primera averiguación de la verdad.
Casi todos los poetas del grupo Vanguardia y de la promoción que los siguió, fueron (o son) nacionalistas, anti-yanquis y católicos (quizá la síntesis más ilustrativa se dé en la figura de Ernesto Cardenal, quien tomó parte en la rebelión de abril de 1954, pasó varios años en el monasterio trapense de Our Lady of Gethsemani, Kentucky, Estados Unidos, y autorizó desde allí la publicación de Hora O que incluye algunos poemas violentamente antinorteamerícanos).
También en Joaquín Pasos, esos tres aspectos están activamente representados, pero es sin duda su dinámica, casi irreverente religiosidad, la que da sentido y cohesiona su voraz testimonio de la naturaleza, a su alborotada rebeldía política, a sus urgentes tránsitos por el amor. "Porque, tu seno es un pequeño universo en que podemos adorar la redondez de Dios”, escribe en uno de sus Poemas de un joven que no ha amado nunca. Y en otro: "Voy bajando tranquilo con mis cuatro cariños: / e1 otro, el mío, e1 del aire, el de Dios".
En su mayor parte, los poemas de amor de Joaquín Pasos tienen un aire alegre; son jóvenes, livianos, optimistas, y, a veces, como en la jocunda Imagen de la niña de1 pelo, toman y dejan la rima con un sentido casi deportivo de la estabilidad poética. Pero también saben calar hondo, como en Invento de un nuevo beso, y, sobre todo, en la intensa y nostalgiosa Canción de cama, que describe, en una sucesión de imágenes inmóviles, la hipnótica atracción de una ausencia: "Se ha perdido ya el hueco de tu cuerpo / que era la voz de tu carne desnuda hablándole íntimamente a la ropa planchada, / diciéndole a qué horas el brazo serviría de almohada / y cómo el tibio vientre palpitaría como otra almohada viva, / funda de seda de nervios y de sangre".
Pasos escribió poemas en un extraño inglés (Poemas de un joven que no sabe inglés), recorrido por inflexiones nicaragüenses. Son sin duda la parte más floja de su producción, pero a veces (como en Intervention Time le sirvieron para extender el alcance de sus dardos políticos. En Misterio Indio figuran algunos de los mejores poemas escritos por Pasos: Nosotros (increíblemente cercano a Salir por este ojo de Megget), India caída en el mercado, y especialmente la exquisita Elegía de la pájara, que culmina en dos versos impecables: "y que tu cuerpo tibio descanse para siempre / en mi dolor que tiene la forma de tu nido”.
A la muerte de Pasos, el poeta Carlos Martínez Rivas, sólo nueve años menor, compuso un Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos, que es uno de los escasos logros que la poesía contemporánea debe a la amistad (por lo general, el amor consume íntegramente la disponibilidad de emociones escritas). En ese Réquiem, Martínez Rivas define así el quehacer poético de Joaquín Pasos: "Hacer un poema era planear un crimen perfecto". En ese sentido, toda la poesía de Pasos parece haber sido planeada como incitación para su opus final, el Canto de guerra de las cosas.
Ahora sí, el amor y el humor que antes desfilaron frente a un poeta que sólo parecía testigo sonriente; el alborozo vital y el optimismo palpitante que habían sostenido por dentro las imágenes, pasan a convertirse en simples motivos de comparación. Porque el Canto es, como ha señalado Cardenal, "la gran profecía de su muerte, el testamento de Joaquín". Se dice que Pasos llegó a definir su propio poema como “el dolor humano producido por el quejido de las cosas”.
Desde el alerta de los primeros versos ("Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la pidra, / si es que llegáis a viejos, / si es que entonces quedó alguna piedra”) hasta la última línea, turbador y breve inventario de la ausencia del hombre ("Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos"), el poeta, con una minuciosidad casi científica y unos ojos abiertos en perpetuo desvelo, va pormenorizando, imagen por imagen, el proceso de la destrucción, en el curso del cual las cosas del hombre avasallan al hombre. "Somos la orquídea del acero”, pero también "somos la tierra presente. Vegetal y podrida.” No es el dolor por los heridos o por los muertos, sino el dolor entero, y junto a él "todos los ruidos del mundo forman un gran silencio. / Todos los hombres del mundo forman un solo espectro". También, en esa última y sobrecogedora voz de Pasos, toda la fiesta de su otra poesía, pasa a formar una sola y gran desolación.
(tomado del libro: Letras del continente mestizo - Arca Montevideo, 1967)
Nenhum comentário:
Postar um comentário