Quédate a dormir – le dijo. Ella lo miró fríamente, ahora vestida. Afuera el frio congelaba el viento. La calle estaba ya llena de madrugada. Él contó que el frio y las calles vacías, la harían desistir. Pero, se equivocaba. Él insistió de nuevo, buscando sus ojos en vano. Prometió café y torta de chocolate, ya que sus besos, ella no quería más. Sabía que ella no lo amaba, él tampoco a ella. Al final se resignó, más una noche sólo, no haría diferencia. Salieron juntos en silencio. Él le abrió la puerta, ella sin mirarlo, se perdió en la madrugada.
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